En 2009, me inscribí para donar sangre en el aporte de sangre de mi empresa. Di mi donación en mi hora de almuerzo y volví a trabajar. Unas semanas más tarde, recibí una llamada telefónica de una mujer que me preguntó si podía ir a su oficina.
Cuando llegué, sin saber por qué estaba allí, me dijeron que mi sangre había sido analizada para detectar anticuerpos contra el VIH como parte de su protocolo. La sangre que doné contenía esos anticuerpos, haciéndome VIH positivo.
Me quedé en silencio durante lo que pareció una eternidad. Me entregaron un folleto y me dijeron que respondería cualquier pregunta que pudiera tener, y si necesitaba hablar con alguien, podría llamar al número que figura al dorso. Salí del edificio y conduje a casa.
Han pasado más de 10 años desde ese día, y he aprendido mucho desde entonces, especialmente en el primer año después de mi diagnóstico. Aquí hay cinco cosas que he aprendido sobre vivir con el VIH.
1. El apoyo es necesario
Acababa de recibir noticias que me cambiaron la vida y no tenía con quién hablar sobre los próximos pasos. Claro, tenía un folleto con mucha información, pero no había nadie que hubiera pasado por esta situación antes para apoyarme y ayudarme a navegar mi vida después de este diagnóstico.
Esta experiencia me enseñó que si iba a vivir el resto de mi vida con este virus, tenía que hacer mi propia investigación. Después de todo, es mi vida. Tenía que encontrar información sobre atención, medicamentos, regímenes y más por mi cuenta.
2. El VIH afecta a todo tipo de personas
Mientras trataba de encontrar la mayor cantidad de información posible, noté que cualquiera podía contraer este virus. Podrías ser una mujer caucásica con un esposo y dos hijos, vivir en una casa con una cerca blanca y aún contraer el VIH. Podrías ser un estudiante universitario masculino heterosexual afroamericano que es íntimo con solo una o dos chicas y aún así contrae el VIH.
Durante el primer año, realmente tuve que cambiar mi opinión sobre lo que pensaba y cómo este virus aparece en la vida de los demás, así como en la mía.
3. Las apariencias engañan
Una vez que me enteré de mi diagnóstico, fui a mi ciudad natal muchas veces durante el primer año. Todavía tenía demasiado miedo para decirle a mi familia que tenía VIH, pero no notaron nada.
Ellos interactuaron conmigo de la misma manera, y no vieron ninguna señal de que algo estuviera mal. No me veía diferente y estaba seguro de que nunca lo descubrirían solo por su apariencia.
Hice todo lo posible para mantenerlos en la oscuridad sobre mi diagnóstico. Pero no importaba mi aspecto exterior, me moría por miedo. Pensé que ya no querrían estar cerca de mí porque tengo VIH.
4. La divulgación hace maravillas
Me llevó un tiempo revelar mi estado de VIH a mi familia. Todos reaccionaron de manera diferente, pero el amor de todos siguió siendo el mismo.
Ya no se trataba de que yo fuera un hombre gay o del virus que afectaba a esas "otras" personas. Se volvió personal y me permitieron educarlos.
Lo que había intentado tanto ocultarles era lo que nos unía más. Después de recibir la noticia y de tomarse el tiempo necesario para procesarla, se dieron cuenta de que nada más importaba. Y confía en mí, lo siento incluso cuando estamos a millas de distancia.
5. Encontrar el amor todavía es posible
Después de un par de meses, intenté salir y revelar mi estado. Pero experimenté que las personas literalmente salían corriendo de la habitación cuando descubrieron que tenía VIH, o que los hombres parecían interesados solo para no volver a saber de ellos.
Pasé varias noches solitarias llorando hasta quedarme dormida y creyendo que nadie nunca me amaría debido a mi estado de VIH. Chico, estaba equivocado.
La vida tiene una forma divertida de mostrarte cuán impotente eres para detener ciertas cosas. Encontrar el amor es una de esas buenas maneras. Mi compañero actual, Johnny, y yo pasamos horas y horas hablando por teléfono sobre negocios antes de reunirnos cara a cara.
Cuando conocí a Johnny, lo supe. Sabía que tenía que revelarle mi estado de VIH, incluso para ver si él reaccionaba de la misma manera que otros lo hicieron en el pasado. Más de seis años después de nuestra primera reunión, ahora es mi mayor defensor y defensor más fuerte.
Para llevar
El VIH afecta más que la salud física de una persona. También afecta nuestra vida social, nuestra salud mental e incluso nuestros pensamientos sobre el futuro. Si bien el viaje de todos con el VIH es diferente, nuestras experiencias pueden conducir a lecciones importantes. Con suerte, algunas de las cosas que aprendí pueden ayudarlo a usted oa alguien que conoce que vive con el VIH.
David L. Massey es un orador motivador que viaja compartiendo su historia de "La vida más allá del diagnóstico". Es un profesional de salud pública en Atlanta, Georgia. David lanzó una plataforma de habla nacional a través de asociaciones estratégicas y realmente cree en el poder de construir relaciones y compartir las mejores prácticas cuando se trata de asuntos del corazón. Síguelo en Facebook e Instagram o en su sitio web www.davidandjohnny.org.